lunes, 25 de agosto de 2014

DOS



CARDÚMENES DE HERIDAS NADAN AL FONDO DE NUESTROS RECUERDOS




Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera
sonámbula sin sentido.

 

Joaquín Pasos


Especular con la literatura implica sospecharnos. Saber que no somos sujetos de una sola pieza. Que no lo somos, y que nadie lo es. Por ejemplo: en El Proceso, Kafka sospecha de la conciencia, de un fin último y de un motor primero, pero no los niega: sospecha del mundo, de su orden y de su sentido externo e interno. Es un proceso donde el protagonista solo tiene la angustia de las incertidumbres, cuerda por donde da pasos sincopados ante la vida que le ordenan vivir y morir y la que en verdad desearía. No hay reglas claras: es un funambulistas del destino, pero no del sinsentido. El protagonista desearía tener la seguridad del sinsentido de su culpa, la seguridad del sinsentido del Universo, pero ni eso se le regala. Parte fundamental de la literatura especulativa es que no afirma, porque no cree en respuestas, pero sí propone posibilidades. Se pregunta: ¿existe el mundo?, ¿existe el alma?, ¿el mundo es un alma?, ¿el caos es la antítesis del orden?, ¿la nada es la antítesis de la materia?, ¿qué chingados hacemos aquí?, etcétera.

La literatura que nos interesa tiene mucho de música y de atardecer, huele a mierda y a recuerdos. No busca incomodar pero el atrevimiento siempre incomoda, porque a veces resquebraja una columna en la psique emocional del lector o en su razón o en su modo de entender lo estético. ¿Qué es esa locura de un joven llamado Reinaldo Arenas de 21 años que se atreve a escribir Celestino antes de Alba, donde se burla con un portento de prosa de la podredumbre de la familia y de la descomposición imaginativa de su mundo? Novela que grita en cada página que la imaginación es el vértigo que permite vivir al protagonista; y con la imaginación mata, revive y tortura a todos aquellos que así lo merecen. La imaginación le da dignidad de soberano a un niño miserable. Lo mismo hacen las religiones, o lo podrían hacer: proponen hacer soberanos a los miserables, y las religiones serían adecuadas si no fuera porque son propiedad de unos cuantos que controlan lo que se debe imaginar y cómo se tiene que imaginar y a quién o quiénes se deben de dignificar. La Biblia o el Corán son literatura especulativa para quien escudriñe dudas y no afirmaciones. Los llamados “textos sagrados” son la mejor constatación del poder de especular orígenes, leyes y finales del mundo. Las novelas Ubik de Philip K. Dick o Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes son poderosa literatura especulativa porque están hechas del mismo veneno que ata a la humanidad y que da cuerpo a cada humano: la imaginación verdadera. Los sistemas de gobierno, las religiones, los sistemas morales son cadenas de imaginación. Una vacuna suele estar hecha del mismo virus, también muchos antídotos para venenos. A esto, cuando la imaginación del mundo entero ignora que es imaginada, se necesita el antídoto.

¿Qué tipo de antídoto precisa el ser humano para neutralizar el veneno? ¿La máxima quijotesca: “la sinrazón tiene más razón que la razón de la propia razón” es una ruta de escape a la estandarización del pensamiento y las pasiones? ¿Tenemos que ver el mismo halo de luz que vislumbró Philip K. Dick para descuadrar el canon masticado que nos imparten como único vitral? La originalidad en sí encuadra en nuestro viaje interior una realidad: somos nosotros (tenemos derecho a la individualidad) en la medida que reconocemos nuestra capacidad de originalidad. La incertidumbre es una fuerza vital en la literatura y la debemos defender. Palabra a palabra, defender que no todas las historias han sido contadas. Por mucho que insistan los profesores de español o los escritores famosos: ¡no han sido contadas todas las historias! Ni todos sus personajes con sus conflictos particulares. Tampoco nuestras vidas ya fueron narradas. Reconocernos lejanos ante la cercanía es aceptar que nuestro río interior no conduce al mismo punto de encuentro. Nuestros puntos de encuentro con lo otros son, han de ser, veredas para encontrar nuestro propio río, nuestra propia originalidad donde nadan nuestras heridas, y si la originalidad no existiera en nosotros, tenemos el derecho de inventarla. Como todos los humanos, los escritores somos misterio, una especulación hecha carne. ¿Por qué no así nuestros cuentos, ensayos, poemas y novelas?

[Continuará]



https://clarimonda.mx/cardumenes-de-heridas-nadan-al-fondo-de-nuestros-recuerdos-sobre-literatura-especulativa-ii/