CARDÚMENES
DE HERIDAS NADAN AL FONDO DE NUESTROS RECUERDOS
Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera
sonámbula sin sentido.
Joaquín Pasos
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera
sonámbula sin sentido.
Joaquín Pasos
Especular con la literatura implica sospecharnos.
Saber que no somos sujetos de una sola pieza. Que no lo somos, y que nadie lo
es. Por ejemplo: en El Proceso, Kafka
sospecha de la conciencia, de un fin último y de un motor primero, pero no los
niega: sospecha del mundo, de su orden y de su sentido externo e interno. Es un
proceso donde el protagonista solo tiene la angustia de las incertidumbres,
cuerda por donde da pasos sincopados ante la vida que le ordenan vivir y morir
y la que en verdad desearía. No hay reglas claras: es un funambulistas del
destino, pero no del sinsentido. El protagonista desearía tener la seguridad
del sinsentido de su culpa, la seguridad del sinsentido del Universo, pero ni
eso se le regala. Parte fundamental de la literatura especulativa es que no
afirma, porque no cree en respuestas, pero sí propone posibilidades. Se
pregunta: ¿existe el mundo?, ¿existe el alma?, ¿el mundo es un alma?, ¿el caos
es la antítesis del orden?, ¿la nada es la antítesis de la materia?, ¿qué
chingados hacemos aquí?, etcétera.
La literatura que nos interesa tiene mucho de música
y de atardecer, huele a mierda y a recuerdos. No busca incomodar pero el
atrevimiento siempre incomoda, porque a veces resquebraja una columna en la
psique emocional del lector o en su razón o en su modo de entender lo estético.
¿Qué es esa locura de un joven llamado Reinaldo Arenas de 21 años que se atreve
a escribir Celestino antes de Alba, donde
se burla con un portento de prosa de la podredumbre de la familia y de la descomposición
imaginativa de su mundo? Novela que grita en cada página que la imaginación es
el vértigo que permite vivir al protagonista; y con la imaginación mata,
revive y tortura a todos aquellos que así lo merecen. La imaginación le da
dignidad de soberano a un niño miserable. Lo mismo hacen las religiones, o lo
podrían hacer: proponen hacer soberanos a los miserables, y las religiones
serían adecuadas si no fuera porque son propiedad de unos cuantos que controlan
lo que se debe imaginar y cómo se tiene que imaginar y a quién o quiénes se deben de
dignificar. La Biblia
o el Corán son literatura especulativa para quien escudriñe dudas y no afirmaciones. Los llamados “textos sagrados” son la mejor
constatación del poder de especular orígenes, leyes y finales del mundo. Las
novelas Ubik de Philip K. Dick o Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes son poderosa
literatura especulativa porque están hechas del mismo veneno que ata a la
humanidad y que da cuerpo a cada humano: la imaginación verdadera. Los sistemas
de gobierno, las religiones, los sistemas morales son cadenas de imaginación.
Una vacuna suele estar hecha del mismo virus, también muchos antídotos para venenos. A esto, cuando la imaginación del mundo entero ignora que es imaginada,
se necesita el antídoto.
¿Qué tipo de antídoto precisa el ser humano para neutralizar
el veneno? ¿La máxima quijotesca: “la sinrazón tiene más razón que la razón de
la propia razón” es una ruta de escape a la estandarización del
pensamiento y las pasiones? ¿Tenemos que ver el mismo halo de luz que vislumbró
Philip K. Dick para descuadrar el canon masticado que nos imparten como único
vitral? La originalidad en sí encuadra en nuestro viaje interior una realidad:
somos nosotros (tenemos derecho a la individualidad) en la medida que
reconocemos nuestra capacidad de originalidad. La incertidumbre es una fuerza
vital en la literatura y la debemos defender. Palabra a palabra, defender que
no todas las historias han sido contadas. Por mucho que insistan los profesores
de español o los escritores famosos: ¡no han sido contadas todas las historias!
Ni todos sus personajes con sus conflictos particulares. Tampoco nuestras vidas
ya fueron narradas. Reconocernos lejanos ante la cercanía es aceptar que
nuestro río interior no conduce al mismo punto de encuentro. Nuestros puntos de
encuentro con lo otros son, han de ser, veredas para encontrar nuestro propio río,
nuestra propia originalidad donde nadan nuestras heridas, y si la originalidad
no existiera en nosotros, tenemos el derecho de inventarla. Como todos los
humanos, los escritores somos misterio, una especulación hecha carne. ¿Por qué
no así nuestros cuentos, ensayos, poemas y novelas?
[Continuará]
https://clarimonda.mx/cardumenes-de-heridas-nadan-al-fondo-de-nuestros-recuerdos-sobre-literatura-especulativa-ii/
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